Ganancias y el verdadero conflicto detrás del impuesto: ya no hay caja para sostener el ascenso de la “nueva clase media

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Durante años, los gremios de mayor poder lograron aumentos varios puntos por encima de la inflación. Así, muchos trabajadores escalaron más rápido en la pirámide socioeconómica que otros sectores, como el de empleados administrativos. Ahora, esa bonanza se cortó y temen por relegar posiciones

Todo un síntoma de los tiempos que corren: el irritado discurso de la presidenta Cristina Kirchner contra los sindicatos, al quejarse sobre «qué injusta es la actitud de algunos y quépoco solidaria con lo que han logrado», trajo reminiscencias del pronunciado hace cuatro años en plena pelea del Gobierno con los productores sojeros.

En aquella oportunidad, Cristina había ironizado respecto de que las protestas rurales eran «lospiquetes de la abundancia«. Su argumento era que con una soja que cotizaba a u$s600, cualquier atisbo de protesta era casi una inmoralidad.

Casi el mismo concepto usó para referirse a los sectores asalariados que más avanzarondurante los años del «modelo K», es decir los petroleros y el transporte de larga distancia.

Según la Presidenta, el hecho de haber sido los más beneficiados los debería inhibir ahora de protestar por pagar el Impuesto a las Ganancias, con el cual se financia buena parte del gasto fiscal que sostiene los programas de asistencia social.

«Los conflictos no se arman porque la gente tiene hambre, sino porque les parece que es unainjusticia contribuir con algo de lo que ganan para seguir sosteniendo los subsidios, para pagar la deuda y a nuestros jubilados», afirmó Cristina.

No es casualidad que los medios afines al Ejecutivo hayan machacado durante los últimos días respecto de la extraña coincidencia entre las posturas de Hugo Moyano con sectores que suelen estar en las antípodas del Gobierno, como las agremiaciones rurales, sin ir más lejos.

La Federación Agraria adhirió explícitamente a las protestas: «El trabajador termina pagando un disparate en impuestos y las pequeñas empresas afrontamos ganancias que no existen», se quejó Eduardo Buzzi, presidente de la agremiación.

Y, en un gesto que sorpendió a muchos, se manifestó en desacuerdo con la denuncia penal contra Moyano: «¿Aquellos que están protestando terminan siendo los que están extorsionando? Eso lo hacen los gorilas», provocó el titular de la Federación Agraria.

Esa llegada del discurso moyanista a las capas medias de la sociedad -que tradicionalmente han sentido un fuerte rechazo al estilo del líder sindical- ha sido el mayor cambio social observado por los analistas en los últimos tiempos.

«La demanda social por elevar el mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias genera cada vez más adeptos y apoyos entre los sectores de ingresos medios y altos», señala Jorge Colina, economista jefe de la Fundación Idesa.

El analista sostiene que «la justificación para subir el piso a partir del cual se paga el tributo está vinculada con que a muchas personas el recibir un aumento les implica una reducción de susalario real, cuando dicho incremento lo único que hace es compensar la pérdida por inflación».

Y agrega: «mientras que en el 2000 el Impuesto a las Ganancias alcanzaba a un asalariado que ganaba tres veces el sueldo promedio, en la actualidad comienza a afectar a quienes ganan cerca de un ingreso medio».

Acelerado ascenso de los «exsocios kirchneristas»
Las palabras de la Presidenta y las argumentaciones de funcionarios no hacen más que dejar al descubierto lo que ha sido una de las principales características del «modelo». Y es que en los últimos años se produjo una evolución salarial desigual que dejó bien marcado ganadores y perdedores.

En ese proceso, hubo sectores como el de los «empleados del camión» que lograron ejercer su predominio, producto de una mezcla de factores.

Algunos son meramente económicos, ya que mientras la Argentina recibía de lleno las ventajas del boom global de la demanda agrícola, el sistema de transporte pasó a depender más que nunca de los camiones y menos de otros medios tradicionales, como los ferrocarriles.

Fue así que, en menos de una década, la carga transportada por carreteras aumentó un impresionante 50% debido a la suba en la exportación de soja y también por la mayor producción industrial.

Y por definición, quien participa en toda esa cadena logística -que va desde los campos y las fábricas hasta los puertos- se convierte en alguien poderoso.

Pero, además de los factores económicos mencionados, también hubo cuestiones políticasque hicieron que Moyano y sus aliados se encaramasen en lo más alto: una sólida alianza entre la CGT y el kirchnerismo, que duró hasta la muerte del Néstor Kirchner.

En este sentido, el analista político Julio Burdman remarca cómo en toda esa etapa Moyano logró multiplicar la cantidad de afiliados para afianzar su «imperio».

«Todo lo que marchaba sobre ruedas se convirtió en camión y este sindicato ampliado ejerció una fuerte presión sobre otros gremios y empresas para ampliar su área de incumbencia. Suele decirse, no sin razón, que Moyano puede parar el país. Con sus métodos directos logró que los camioneros se cuenten entre los trabajadores mejor pagos de la Argentina», argumenta Burdman.

Y los números parecen darle la razón. Un cálculo de iProfesional.com basado en cifras del Indec muestra que en 2005 -antes de que se produjera la primera actualización del Impuesto a las Ganancias tras la crisis de 2001- el promedio salarial bruto del gremio transportista era de $1.987, lo que implicaba que estaba casi en línea con el mínimo no imponible (lo superaba en 8% para el caso de los trabajadores solteros).

Hoy, en cambio, con un salario promedio de $8.397 antes del reciente acuerdo de paritarias, laremuneración supera en un contundente 45% a dicho mínimo.

En otras palabras, la gran mayoría de los trabajadores de este sector se ve alcanzadoactualmente por el impuesto, mientras que en años anteriores era un tema que apenas afectaba a una minoría.

Esto ayuda a entender por qué el propio Moyano admitió que «el tema salarial ha pasado a unsegundo plano» y que la principal bandera reivindicativa ahora es la lucha contra este impuesto.

Tampoco extraña que hayan sido los camioneros y no otros gremios los que lideran esta protesta. A nadie le habría parecido racional que los maestros, por ejemplo, hubiesen planteado la actualización de Ganancias cuando, antes de las últimas paritarias, el salario bruto promedio era de $3.173.

Una comparación entre la remuneración de este sector y la de otras ramas de actividadmuestra cómo se produjo una importante mejora relativa en los últimos años.

Así, desde el momento previo a la actualización del impuesto a las Ganancias en 2005 se dio esta cronología:

  • El salario medio de un camionero era casi 50% inferior al de un bancario. Hoy, esa diferencia se achicó a un 24%.
  • En relación con los empleados públicos de la Administración Central, la brecha se redujo a un 9% (desde un 31%).
  • Respecto a los empleados de comercio, ganaban 163% más hace seis años y hoy, lejos de achicarse, el gap se amplió a un 181%.
  • Comparados con el gremio de la construcción, actualmente la ventaja es de un 79%, siempre en términos de sueldo promedio.
  • Con relación a los maestros, se ubica en un contundente 164%, habiéndose alejado año a año de aquel 122% de 2005.

Más aun. Estas comparaciones están hechas sobre la base de las cifras remunerativas. Es decir,no se consideran los frecuentes bonos y pagos extraordinarios (no remunerativos) que el sindicato camionero ha conseguido con frecuencia en los últimos años. De manera que puede presumirse que las diferencias son todavía mayores.

La «clase media trabajadora» pelea por mantener sus privilegios
Esta situación salarial está en el centro de la polémica actual. ¿Es injusta y muestra falta de solidaridad la queja formulada por tributar Ganancias? ¿O, por el contrario, es un reclamo sustentado ante un Gobierno que lleva al máximo su voracidad impositiva?

En otras palabras, ¿a partir de cuánto se puede considerar que alguien «gana mucho»?

El Gobierno tiene su gran argumento al señalar que sólo paga el impuesto un 19% de los asalariados. Lo cual se refuerza con el dato de que un tercio de los trabajadores todavía se desempeñan en negro.

Según palabras de la Presidenta, esa recaudación es lo que ayuda a que se sostengan planes sociales y subsidios para los estratos más desprotegidos de la sociedad.

Pero también es cierto, como dice Colina, de Idesa, que el Gobierno está sufriendo las consecuencias de su propio desequilibrio, dado que los $20.000 millones que dejará Ganancias «apenas alcanza para cubrir la cuarta parte de lo que se gasta en subsidios a empresas».

Por otra parte, una crítica crucial es que el mencionado tributo -que en su inicio fue pensado para gravar a los sectores de ingresos altos- ya alcanza a gente que tiene dificultades en costear una canasta básica.

«En los últimos dos años, la cantidad de asalariados alcanzados por Ganancias aumentó 82%, pasando de 826.000 en 2009 a 1,5 millones de personas el año pasado. Esto se debe a que los mínimos y las deducciones han sido ajustados proporcionalmente menos que la suba del salario neto promedio», afirma la consultora Analytica.

El siguiente cuadro da cuenta de la evolución del tributo en relación al total de trabajadores:

El enfrentamiento que hoy protagonizan el Gobierno y Moyano puede, en definitiva, ser considerado como el síntoma más evidente de que hay un modelo que tiene dificultades para seguir adelante.

«Lo que el kirchnerismo decidió es que la política de redistribución de la renta nacional por lavía de la mejora salarial llegó a su fin», define el politólogo Jorge Giacobbe, quien alerta sobre un inexorable agravamiento en el clima social.

En otras palabras, lo que también queda al descubierto es la dificultad para seguir sosteniendouna la «movilidad social ascendente» tan pregonada por la jefa de Estado.

Es que esta era una política donde se requería que corrieran en el mismo sentido los salarios, los ingresos tributarios, la inflación y el crecimiento de la economía.

«La alta inflación en la Argentina se explica en buena medida por la puja distributiva. Esto hace que hoy se hable sobre una nueva clase media trabajadora, algo que hasta hace unos años no existía», destacaba el economista Miguel Bein cuando recién comenzaba a percibirse este fenómeno (ver nota: «En los últimos cinco años, dos millones de argentinos se sumaron a la clase media»).

El experto hacía referencia a que «se han venido registrando aumentos salariales de un 15% en dólares, cuando lo normal en un país que anda muy bien es un 7% como mucho. Además, siempre y cuando aumente su productividad».

Lo que cambió en 2012 es que hoy, mientras la inflación y los salarios siguen su carrera ascendente, la recaudación vía impuestos evoluciona cinco puntos por debajo del gasto público.

En otras palabras, ya no hay «caja» para sostener el modelo.

«El problema es cómo hace el Gobierno para continuar con esas políticas que han dado lugar a una nueva clase media trabajadora, porque el sistema ha chocado contra la restricción fiscal y contra los problemas de competitividad. Este año hasta es posible que haya una caída del salario en términos reales si se escapa la inflación», advierte Ernesto Kritz, titular de la consultora SEL.

Y se manifiesta escéptico sobre la posibilidad para realizar el ajuste sin conflictividad: «Es comprensible que los sectores que en los últimos años han visto mejorada su capacidad de compra ahora se nieguen a volver al lugar donde estaban hace algunos años».

Esto último, seguramente, será el punto más difícil de digerir por una gran cantidad de asalariados que, en base a una fuerte presión sindical, lograron escalar en la pirámide socieconómica -al recibir durante varios períodos aumentos varios puntitos por encima de la inflación- y ahora ven que esa bonanza se cortó y temen por tener que empezar a bajarse de un segmento medio al que tanto aspiraron pertenecer.

Fuente: Iprofesional.com

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